Los marbellíes respondieron a la llamada de su paisana, Mariola Fuentes, llenando el Teatro Ciudad de Marbella en la única función programada de “El manual de la buena esposa”. Una comedia que responde a esa inquietud que tenemos los amantes del teatro de disfrutar de la obra pero a la vez tener mucho que comentar a la salida de la misma y en esta ocasión, más interesante todavía, sí se va con diferentes generaciones de mujeres.
Hice el ejercicio que me propuso Mariola Fuentes y tenía razón, no soy capaz de distinguir cuales de las escenas con tanta enjundia para expresar la carencia de derechos y libertades que han tenido las mujeres hasta hace 30 años, aunque actualmente también podemos echarnos las manos a la cabeza sabiendo algunas noticias que aún nos llegan, son escritas por los guionistas hombres y cuáles por las guionistas mujeres.
Todas las escenas, que estaban magistralmente interpretadas por Mariola Fuentes, Berta Ojeda y Concha Delgado, utilizaban una ironía y una realidad exquisita para que, al principio, yo escuchara a las señoras que han pasado por esas circunstancias verse reflejadas tanto en la ambientación, vestuario y sobre todo lo que las actrices expresaban. Las escuchaba murmurando bajito, ¿te acuerdas de esos almacenes de cuando comprábamos nuestras faldas? O recordaban esas cortinas que adornaban las casa de sus madres. Y es que ese es el gran acierto de “El manual de la buena esposa”, que estas supervivientes de esa época tan difícil para ellas se vean en esas representaciones y a la vez se rían por la caricaturización, por los diálogos brillantes y por la manera de plantear qué pasaba cuando una mujer iba a una consulta del médico por temas sexuales, cuando una chica quería formar parte de la Sección Femenina, criticar a Franco y al nazismo y más que nada a sus convicciones que luego se veían incongruentes con otro tipo de actuaciones que tenían, cuando se tenían que dedicar completamente a las labores de la casa pero a la vez estar divinas y estupendas a la hora que entraran sus maridos por la puerta, cuando los programas de radio propagaban que la mujer no podía tener pensamiento propio y sólo propagaban que las esposas se comportaran adecuadamente en su condición de la misma o el papel de la censura en canciones tan emblemáticas como “Échale guindas al pavo”.
Hubo momentos realmente extraordinarios, especialmente me quedo, con la explicación de una mujer poseída que no podía controlar su cuerpo y tenía la necesidad de ir a ver a los Beatles a su llegada a Barajas para su famoso concierto en España y que ese comportamiento lo achacaba a una fuerza demoníaca que le había hecho comprar una minifalda y acercarse allí con una pancarta que rezaba “I love you Ringo”. Pequeña muestra de una gran alarde de sorpresas que se suceden durante toda la obra y que nunca averiguas cómo puede acabar todas esas locuras de escena que, a la vez, te hacen pensar en lo afortunadas que somos por poder disfrutar de nuestra libertad, aunque tengamos que seguir luchando por mucha más igualdad, pero el paso que dieron nuestras generaciones anteriores es para que nos pongamos en pie y les reconozcamos todo lo que tuvieron que sufrir para que hayamos conseguido tantos logros en nuestra época contemporánea.
La obra, además, está muy bien planteada para que cada una de ellas tenga una escena en la que individualmente se puedan lucir y luego cambios de personajes para que el ritmo siga fluyendo de esa manera tan acelerada y puedas seguir disfrutando de sus cambios de personaje y vestuario.
Personalmente, creo que es más eficiente que esta obra se programara todos los días en diferentes lugares durante todo el año, en lugar de nombrar un día oficial de la mujer trabajadora que se olvida al poco de celebrarse. Lo que refleja esta obra, se queda para la reflexión, además de para pasárselo en grande durante todo el tiempo que dura y es un homenaje eterno para todas esas mujeres luchadoras, sufridoras y más que trabajadoras, valientes.
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