viernes, mayo 16, 2014

Crítica "Canción de cuna para un cadaver"

Una recomendación MartosCortesiana siempre debe ser escuchada y mucho más con resultados tan óptimos para una disfrutona del cine.

Lo primero darle las gracias al taquillero del Cine Albéniz que antes que le dijera para que película quería comprar las entradas, ya me la tenía preparada para ésta antes de que abriera la boca. Por un lado, me halaga que ya me conozcan por ser bastante asidua a su ciclo de cine clásico pero por otro, nunca me gusta ser previsible. Así que, a ver cómo le doy la vuelta a la tortilla a esto.

Fuera broma, "Canción de cuna para un cadaver" es un regalo de planificación e interpretaciones impresionante. Con un nuevo concepto de montaje y de ir enseñando poco a poco información y sorpresas, comenzamos conociendo la mansión Hollis y un enfrentamiento entre un padre y un joven, a causa del enamoramiento que tiene con su hija y justo después, el enamorado aparece asesinado en una de las fiestas familiares de la familia Hollis. Este suceso del que únicamente sabemos quién ha fallecido da lugar a rumorología y que la hija, Charlotte Hollis, resista en su casa a pesar de que con los años, el Ayuntamiento de la zona pretenda derribarla para construir un puente.

De unos años a los siguientes, el director Robert Aldrich juega con los títulos de crédito de una manera que no había denotado en estas películas clásicas mientras suena la canción que será el leiv motiv de la película y el título de la misma.


Es una canción que le cantaban a Charlotte Hollis desde pequeña pero que, en ese estado de locura y desquicie, los habitantes de donde reside, se la cantan a modo de ofensa y para burlarse de ella. Ante tal caos, decide escribir a su prima para que le ayude a conservar su casa. Durante su estancia, se nos van brindando pistas de a que juegan los personajes, donde se posicionan y encajamos las piezas de un puzzle de manera progresiva, con muchas dudas que se van resolviendo cuando el director lo estime oportuno, permitiendo que se mantenga la tensión sin aburrir al espectador durante las más de dos horas que dura la película.

Se me ha pasado en un salto, como si todo fluyera muy rápido y fuera descubriendo todo lo que se me iba saltando por la mente. Y eso se ha conseguido por esa planificación que te permite contemplar todos los ángulos de la casa desde posiciones de travelling muy interesantes, con objetos que pasamos por detras y dejamos a un lado, picados y contrapicados que enseñan la personalidad de los personajes y cómo está su posición con respecto a los otros, y por encima de todo, las interpretaciones de Bette Davis y Olivia de Havilland. No sé cómo lo hubiera hecho Joan Crawford que iba a ser la elegida para interpretar a Miriam Deering, pero si sé esas pausas y silencios de Olivia mirando a la inigualable Bette Davis, que no los hubiera conseguido cualquiera. He estado en la butaca en constante fijación con esas miradas, frases recitadas con mucha pasión, rabia y energía y esos movimientos que no sabías por dónde iban a acabar.

En este suspense no se van a dejar de sorprender con la resolución final de lo que pasó en esa Mansión Hollis y de las extrañas sensaciones que tiene Charlotte Hollis durante la película, no se van a esperar para nada que es lo que está ocurriendo y no me olvido de secundarios que están a muy buena altura de las dos protagonistas como esa gestualidad que tanto me gusta de Agnes Moorehead y el periodista que critica al periodismo sensacionalista que sólo busca la peor cara de la protagonista, constantemente sufriendo por la amargura de no saber quién mató a su amado y los extraños sucesos que no para de ver en su casa.

Una gran opción para aprender, disfrutar y salir con una buena sensación de conocer una sensacional historia donde corroboro que no soy la única temerosa de algunas canciones infantiles de cuna.

Nota: 7,5

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