sábado, enero 31, 2015

Crónica "Olivia y Eugenio" - Festival de Teatro de Málaga

HAY QUE IR SIEMPRE A LA PLAYA

Concha Velasco en "Olivia y Eugenio". Fotografía de Mai

Aún me cuesta digerir todo lo bueno que me ha dado esta obra. Esta semana ha salvado, exceptuando "Misántropo", unas actuaciones de las que tenía mejores expectativas de las que al final consiguieron con la maravilla clásica de "Donde hay agravios no hay celos" y muy en mi corazón, esta "Olivia y Eugenio"

Hay tantos valores a destacar que espero no olvidarme de ninguno, pero supongo que el más emocionante es el grado de identificación que un espectador puede alcanzar con una historia. Lo que narraba Concha Velasco lo he visto en mi propia familia e incluso he llegado a sentir cómo si todos los que estaban a mi alrededor ibamos al unísono del sufrimiento de esta madre que quiere acabar con su vida y la de su hijo con síndrome de down tras diagnosticarle un cáncer.

Lo de Concha es insuperable e innenarrable, únicamente los que la hemos visto moverse, articular palabra y estar pendiente de su compañero de reparto, Hugo Aritmendiz, hemos comprobado la cantidad de matices que ha llegado a alcanzar. Unas tesituras tanto de voz como de movimiento que yo jamás le había visto y eso que no me pierdo una. Magistral, soberbia, encantadora y con una gran capacidad de tenerte en angustia durante toda la obra y dejarte con un soplo de historia bien contada, bien transmitida y de las que te hace pensar como únicamente el teatro logra saber hacer. Gran trabajo y esfuerzo el estar al tanto de que Hugo siguiera la obra como tenía que hacerlo, tratandolo como el profesional que es y regalándonos unas escenas que mi memoria no olvidará jamás.

Hugo es un amor, consigue hacer un personaje más que difícil y está muy pendiente de su mami Concha a la hora de responder a sus pies de texto, y encima las mejores carcajadas las conseguimos por su culpa. Por su naturalidad. Y porque es normal pero a la vez especial. Y se ha aprendido una obra de una duración considerable de una hora y media con pasos y movimientos específicos que resulta impresionante. 

Y otro peso fuerte, además de la identificación y el trabajo actoral es, sin duda, el texto. Esos diálogos tan certeros que Concha maneja como si los dijera toda la vida y que encierran las verdades más absolutas por las que me he tenido que guardar más de un aplauso que le daría de manera efusiva, si pudiera. Habla de lo que la sociedad considera normal en lugar de a su hijo y no puedes más que quererla y adorarla por lo que está diciendo y cómo lo dice. Habla también de sus miedos e inseguridades al saber que iba a tener un hijo con sindrome de down. Y habla de su cáncer, de esa transformación en la que no sabes cuanto de Concha Velasco y cuanto de Olivia está allí. 

Hugo emocionado con Concha al acabar la función. Fotografía de Mai
 
El aplauso vuelve a ser sonoro para Concha Velasco, quién hace un ejercicio de generosidad señalando a Hugo para que también se le de ese reconocimiento tan merecido y Concha le pregunta que le parece el teatro, a lo que el actor responde: ¡Es maravilloso! 
Y con la sonrisa más luminosa que uno se puede imaginar prosigue: ¡Es mi sueño!
Él habrá cumplido su sueño pero los espectadores hemos soñado con su buen hacer y con esta gran obra de teatro que es "Olivia y Eugenio". 
¡Qué ganas de vivir!

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