miércoles, septiembre 03, 2014

Entrevista Ana Otero - Atlas de Geografía Humana

HAY QUE SER FELIZ CON LA VIDA QUE TE HA TOCADO VIVIR, CON TU LIBRE ALBEDRÍO Y CON LO QUE CADA CUAL SEA VALIENTE DE CONSTRUIR


La novela más adaptada de la escritora Almudena Grandes necesitaba su versión teatral que llegará este próximo viernes a las 21:00 a las tablas del Teatro Ciudad de Marbella. Arantxa Aranguren, Rosa Savoini, Ana Labordeta y Ana Otero serán las encargadas de encarnar a estas cuatro mujeres de “Atlas de Geografía Humana” que tanto éxito han tenido durante dos temporadas hablando sobre su propio universo con mucho humor y con la necesidad de provocar buenas emociones en el espectador. Hemos tenido la oportunidad de hablar con una de sus protagonistas, Ana Otero.


P: ¿Cómo preparaste a tu tocaya, la que tus compañeras definen como “tía buena” en escena?

Ana Otero: Mi relación con Ana Luisa Fernández es una relación muy particular porque cuando yo leí la novela, siempre he dicho que es una de las que más he regalado en mi vida. Cuando la leí, me quedé fascinada con el universo femenino que describía Almudena y cómo lo muestra en sus diferentes historias. Al punto que pensé, “que buena historia sería esta para pasarla a un largo”. Y efectivamente años después, Azucena Rodríguez, gran amiga de Almudena la adaptó al cine. En aquel momento, yo me quedé con las ganas de hacer alguno de los personajes y finalmente no accedí al casting. Cuando me llamaron del Centro Dramático Nacional para hacer esto, no me lo podía creer y me sentí una absoluta afortunada. Siempre es una fortuna poder trabajar en tu oficio pero, en este caso, fue un regalazo. ¿Cómo abordé este personaje? Desde todo lo que me diferencia de Ana. Es la primera vez que interpreto a un personaje que se llama como yo y que, aparentemente, rezuma contemporaneidad. Parece que somos muy cercanas y, sin embargo, la realidad vital de esta mujer es muy distinta a la mía. Es una mujer que ejerce de madre soltera, se casa con apenas 18 años, fue a la universidad y se ha ido construyendo así misma, es muy peleona, muy decidida y valiente con la vida. Lo que la identifica con los demás personajes es su temprana maternidad. He trabajado también desde el sentido del humor que me interesa mucho.
 

P: Cuando dices que Almudena Grandes describe muy bien el universo femenino, siempre se tiende a pensar que va a ser una obra feminista y se confunde con el tipo de mensaje y lo que se habla en la historias
 

Ana Otero: Eso pasa por todo lo que lleva de tergiversación el término “feminista”. A mí me da, a veces, un poco de congoja porque se ha manipulado el término y se ha utilizado partidariamente, como pasa con el lenguaje, hacia una cosa u otra en función de lo que convenga al discurso de turno. Inevitablemente, Almudena es feminista pero en este caso, lo más importante es lo femenino. Lo femenino es algo universal que habita en cualquier ser humano. No es patrimonio exclusivo de las mujeres, afortunadamente. La femineidad es algo que está en hombres y mujeres como la masculinidad a la inversa. En este caso, es muy interesante como ella plasma la femineidad en las mujeres que están presentes en la escena y cómo habla de la feminidad de los hombres que están ausentes y que, sin embargo, están completamente presentes en la boca de ellas. Es muy interesante el viaje que ella hace con esto. La inteligencia y la generosidad de Almudena desde el punto de vista creativo como hace con todas sus obras, aquí está presente desde el humor. Es algo muy importante, también. Podrían ser mujeres quejumbrosas que se regodean de sus circunstancias y para nada. Hay mucha ternura y la gente se ríe muchísimo. Se ríen porque empatizan y si empatizas es que te estás identificando con lo que está sucediendo en escena, sino tomas distancia y aquello no te interesa nada. Mantener la atención en un suceso escénico que se basa sobre todo en la palabra, a veces no es fácil. Aquí sucede con una fluidez que tanto para los que estamos en escena como quién está de público es muy de agradecer.
 

P: El hecho de que los personajes de Almudena que se desnudan completamente se interpreten en el teatro, creo que ayuda más a que el espectador se identifique con ellos
 

Ana Otero: Espero que sí. Así ha sido en las dos temporadas que venimos haciéndolo. La adaptación de Luis García-Araus merece nuestra absoluta gratitud porque era muy difícil. Pasar del ámbito literario al dramático es una cosa muy complicada. No te puedes quedar en lo discursivo y con otra particularidad, la novela, además, comienza desde el punto de vista de Ana y empieza a dar información sobre todos los personajes, es el elemento catalizador y es un discurso que se abre en cuatro voces. Desde el punto inicial, se van viendo las voces de las demás chicas de ese grupo de mujeres que después se hacen amigas. Y no era fácil pasar de ese discurso literario al dramático de la mano de un hombre. Es un ejercicio, no sólo de audacia e inteligencia dramática, si no además de generosidad. Él se ha tenido que poner en el lugar de esas voces. Ha hecho una labor magnífica, sintetizar ese libro en hora y media tiene mucho valor. Los personajes lejos de perder presencia, tienen su lugar específico a nivel escénico cada una de ellas. Es muy coral todo el tiempo.
 

P: Una premisa fundamental es que construimos nuestro propio atlas buscando el amor y en esa aventura están las experiencias que uno se lleva de esta vida. Buena moraleja para los tiempos que corren.
 

Ana Otero: Ahora y en cualquier momento de la vida. Para bien o para mal eso es una premisa existencial que no está sujeta a las modas. Es pura supervivencia. Lo que se ve en la función que vivas o no vivas en pareja, por encima de todo, tu centro tienes que tenerlo tú en tu interior. Ser feliz con la vida que te ha tocado vivir, con tu libre albedrío y lo que cada cual sea valiente de construir. Todo eso con mucho humor, insisto. Los personajes de la novela de Almudena tienen menos humor que los personajes escénicos. Ahí si que veo una diferencia. En la adaptación y puesta en escena, sucede algo que a mí me parece muy audaz y es que rompemos el aspecto generacional del grupo. En la novela, las cuatro mujeres son de treinta y tantos años y aquí hay una variedad de edades entre ellas. Empiezan a los 40 y van subiendo hasta el personaje de Marisa, que es la más mayor de todas. Esto es maravilloso porque no la circunscribe, no es un problema de una generación. Habla de una manera mucho más universal de circunstancias que atañen, en este caso, a cuatro mujeres pero que le puede pasar a cualquiera. Hablan del paro, de la revuelta social, de los hijos, del amor y de follar, hablan como cuatro adultas. Esto, por cierto, es otra cosa que yo agradezco mucho. No ver cuatro mujeres solo hablando de trapos o de si me opero las tetas. Es que parece que vivimos en una sociedad muy reducionista en la cual las mujeres no sé qué somos. Hay veces que veo cosas que no reflejan la mujer real. Hay muchos tipos de mujeres y no éstas que se empeñan en colarnos. No hay que estar respondiendo a las expectativas ajenas sino defender tu propio lugar, en definitiva. Al final de lo que hablan estas mujeres en la obra es de darle un corte de mangas a la vida y a los hombres que se empeñan en que seamos como ellos quieren que seamos. Y abrazar a los que no se empeñan en eso y son buenos compañeros de viaje. Ese discurso puede ser bueno para un chico o para una chica.

P: Actuáis con música en escena, ¿cómo forma parte del argumento?
 

Ana Otero: La música en la novela de Almudena está absolutamente presente. Ella marca como una especie de mapa sonoro que recogió el director, Juanfra Rodríguez, y lo decidió incluir físicamente en la función. Nos acompaña un músico, nuestro único compañero masculino, que representa la presencia de lo masculino en todo este recorrido de “Atlas de geografía humana”. En mi caso como actriz, no ya como intérprete, la memoria sensorial funciona de una manera brutal y la música te ayuda muchísimo a cambiar de atmósfera constantemente. La función tiene un ritmo vertiginoso, sobre todo la primera parte, la segunda es más pausada porque están cenando con un vino rico y ya se sabe, se describe la típica cena de cuatro amigas que acaba como el rosario de la aurora pero en la primera parte la música ayuda mucho a este devenir vertiginoso. A la gente le fascina, el público agradece mucho esto.
 

P: Tengo que confesarte que es la primera vez que voy a tener la ocasión de verte en el teatro, ¿qué te aporta el teatro en tu profesión?
 

Ana Otero: El teatro en mi vida es como un sacerdocio, algo inevitable. A veces, uno vive rehén de su vocación y, en este caso, esto es así. Yo no concibo el trabajo actoral sin hacer teatro. El teatro tiene que cumplir esa función de modificar el momento, el aquí y el ahora de la gente. Tanto para el que lo oficia como para el que lo presencia. Ojalá cada función que uno hace, modificara un poquito el aquí y el ahora de la gente. En ese sentido, como es tan poderoso y genera tantas cosas tan grandes, para mí es algo irrenunciable. Es mi forma de vida. Es inconcebible sólo como hobby o algo menor. No es una alternativa a otros medios. En mi caso, son veintitantos años viviendo de esto. No ha habido un sólo año que no haya hecho, por lo menos, una función. Ha habido alguno que he tenido más de una función. También porque haces una función y te vas de gira y tiene una vida. Suelen durar un curso, un año, una temporada. Es el magma en el que uno va creciendo, esta es otra cosa muy interesante de este trabajo, vas creciendo y vas cambiando con ese crecimiento, vas evolucionando y tu trabajo escénico también cambia en función de eso. Benditamente, va cambiando también. Presenciar eso de uno mismo es una cosa muy impresionante también, peligroso y doloroso, a veces, porque muy a menudo, y con la que está cayendo más que ocio lo que da es bastante dolor. Hay menos trabajo y se cobra peor. Todas estas cosas pero no me voy a poner intensa. Está bien ir viendo cómo vas evolucionando con tu propio trabajo, a pesar de que vives muy expuesto también. Tampoco me gusta menos que el cine o que la tele, también te lo digo. Son medios diferentes y como tales cada uno tiene su importancia dentro de la carrera de uno. En función de lo que quieres expresar, utilizas un medio u otro. Aquí el problema del actor es que uno no elige el medio en el que quiere trabajar, el medio te elige a tí. Es muy falaz esa visión de este actor sólo hace teatro y no le gusta hacer tele o al contrario. Este actor hace mayoritariamente aquello en lo que le llaman. Hay muy pocos actores en este país que tengan el poder de decidir.
 

P: ¿De verdad crees como dice tu personaje que “a veces, aunque parezca increíble, las cosas cambian”?
 

Ana Otero: Por supuesto. Esto es lo único en lo que Ana Luisa Fernández Robles y yo nos encontramos al cien por cien. Por supuesto que las cosas cambian, por supuesto que tenemos el poder de cambiar las cosas y por supuesto que el libre albedrío no nos lo arranca ni el político más corrupto del mundo. A lo mejor, una mala enfermedad del carajo. La salud es jorobada porque cercena vidas y es jodido. Pero nosotros tenemos el poder de cambiar las cosas, el poder y, a día de hoy el deber. En esto coincido plenamente con el personaje. Hay que ser esperanzador. La función tiene ese mensaje esperanzador finalmente. Resumen de ello todo el tiempo pero, al final, lo verbalizamos de manera descarada porque, además, está en la novela, no nos lo inventamos nosotras. Lo defiende Almudena Grandes en su discurso pero nosotras lo asumimos como nuestro porque hay que dar este mensaje esperanzador a la gente. Claro que las cosas cambian, tenemos que creer que si. 

Pues ya saben, esperanza, humor y buen teatro, no hay mayores motivos para que no se pierdan “Atlas de Geografía Humana” y comprobar ese gran trabajo actoral, disfrutar con la música y reflexionar sobre ese mensaje alentador para nuestras vidas.

Las entradas las pueden comprar en la taquilla del teatro y en el servicio de venta de entradas en El Corte Inglés.


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