viernes, abril 25, 2008

Los malos olores

Hace poco os abría el arcón para relataros las múltiples ventajas que tiene el utilizar los medios de transportes públicos en lugar del temido coche.

Pues bien, hoy me ha sucedido que he encontrado una de las razones por las que no se debería viajar en tren, autobús, caballo o medio de transporte que no te suponga conducir y sí compartir tu espacio vital con otras personas. Se trata de los malos olores.

A mi vera, se ha sentado un señor en el tren que destilaba unas pestilencias que casi no me dejaba ni respirar. En esos momentos, cada vez intentas respirar más flojito y mirando para otro lado, como si el olor se fuera por voluntad propia o tu pusieras una barrera imaginaria por la que no entra, pero cuando te das cuenta, la pestilencia ya te ha entrado hasta las entrañas.

Y ahí, ¿qué haces?. Porque estando en hora punta, si te levantas para irte a otro sitio cuando falta bastante tiempo para tu parada, te quedas de pié y a dos velas con un buen cansancio entre las piernas y si aguantas, te quedas con ese mal olor todo el día.

La suerte para mí es que el maloliente se ha bajado a medio recorrido y al menos he podido respirar una colonia pachuli que me aliviaba mejor la respiración que todo lo anterior.

Así que, como todo en esta vida, hay ventajas e inconvenientes para todo y por un día que me ha tocado pringar con eso, pues tampoco voy a cambiar de medio de transporte, ¿no?

Y otro día, hablaré de las cosas graciosas e inspiradoras de los trenes, como esa mirada disimulosa de la persona que tienes al lado para ver lo que estás leyendo o como haces el sudoku y de repente, cuando no se lo espera, la miras y se pega el susto del día necesario para despestarse del sueño matutino.

Pero eso será en próximas entregas...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oye prima, divulga este link en tu próximo post para que firme toda la gente posible please:

https://colabora2.greenpeace.es/informate/index_bosque.php

Gracias ^^