lunes, agosto 18, 2014

Crítica "Mi amigo Mr. Morgan"

En un momento de esta emotiva película, Matthew Morgan (personaje que interpreta Michael Caine) expresa a Pauline, la maravillosa coprotagonista, Clémence Poésy, Dejé de mirar los libros cuando dejé de amar la vida. Esta frase es especialmente comprensible para quienes hemos tenido pérdidas familiares muy cercanas y sobre todo, si leían mucho.

Y es que esta película, al contrario de muchas críticas que he leído que me han resultado incompresibles porque la analizan desde el punto de vista del amor, pienso que habla sobre el duelo. Ese momento inesperado y terrible en el que pierdes a tu ser querido y no sabes salir de ese pozo. Unos disimulamos y vivimos con ello siempre pensando que nuestros "grandullones" no querrían vernos tristes y otros actuan como el señor Morgan. No encuentran la salida a su vida, las razones por las que abrir las ventanas de su casa o simplemente sentirse que están solos y que nadie les necesita. Se denota en los gestos, en la simbología de muchas imágenes, en los pensamientos y diálogos y en las actuaciones que todos los personajes adoptan y que muestran su soledad y que se necesitan mutuamente para sentirse como una familia.

En el argumento, la muerte de la esposa de Matthew Morgan se produce fuera de donde residen sus hijos en Estados Unidos, encontrándose él en París por la propia voluntad de su mujer. Los desentendimientos familiares se acrecientan a medida que la distancia es más profunda. Los hijos piensan que el padre no quiere verlos y no los valora porque no han llegado a lo que tenían que aspirar y el señor Morgan piensa que no es necesario en la vida de sus hijos y vive recluído en una ciudad que necesita conquistarse como es París.

Evidentemente, la ficción consigue que los personajes se encuentre como el director, en este caso directora, quiere. Pero a partir de esa situación, todo transcurre de una forma más o menos creíble. La mirada de Clémence Poésy, es como su apellido, pura poesía. Incluso logra eclipsar al genio de la mirada, sir Michael Caine. Y reitero que los críticos que han visto que han querido mostrar una historia de amor de esas imposible por la edad o que ejemplificaban una relación paterno-filial, no han conseguido verla como he disfrutado yo. Se encontraron en el momento que se necesitaban porque se sentían solos. Él veía a su mujer reflejada en su pelo y ella a la familia que nunca tuvo. Y transmiten muchísimo con eso, con esos paseos, con esas particularidades que todos tenemos con las personas a las que queremos como puede ser tener un banco para sentarse, el banco de siempre, con sus diálogos y con sus bailes (ella es profesora de cha cha chá). Y el baile sirve como medicina como ocurre en la vida real, para soltar esos miedos y compartir momentos especiales con quienes bailamos, lo hagamos bien o mal.

Son películas que te dejan un poso de pensamiento importante sobre nuestras vidas, sobre lo fácil que es pensar lo solos que estamos y cómo es importante hablar de lo que sentimos para desenterrar malentendidos y en mi caso, para recordar a mi grandullón, a esa persona que me falta y que está conmigo en tantos momentos aunque no sea de forma física pero si sensitiva. He entendido a todos los personajes que han salido en esta película y me he vuelto a enamorar de París y de Saint Malo. Y me he quedado con momentos cinematográficos muy especiales durante todo el metraje de la película.

Pido seguir disfrutando de los 81 años de Michael Caine mucho más en la gran pantalla con películas como ésta. Y doy gracias por regalarme inesperadamente a una de mis debilidades vocales en la banda sonora de esta fantástica "Mi amigo Mr.Morgan"


Nota: 8 Arcones

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