domingo, septiembre 21, 2008

He encontrado mi castillo

Desde pequeña, siempre me han gustado que me llamen "Princesa", es una tontería cariñosa con la que mi dulzura se despierta y me siento aún mucho más querida por los que me rodean. Además, cada una de las personas de mi vida, me pronuncia esa palabra de una manera tan diferente que me hace sentirme bien siempre.

Pues una princesa no es nada sin su castillo, y yo en esta ruta nueva que hemos realizado lo he encontrado.

Nuestros guías fueron afortunadamente de nuevo, mis grandes amigos Juan y Concha, a los que ya no sé cómo agradecerles que me hagan descubrir y a la vez disfrutar, de esos sitios recónditos tan espectaculares con los que siempre me regalan, sin poner nunca una mala cara y demostrándonos siempre la gran suerte que tenemos de contar con amigos como ellos.

Es todo un regalo contemplar cómo Juan se preocupa porque conozcamos siempre lugares escondidos de los que no puedes apartar la vista y del que siempre puedes hablar de cosas extraordinarias y también es un regalo como Concha con toda su dulzura y su fantástica sonrisa, busca y pregunta en cada uno de esos lugares, para que nos sintamos a gusto y también para que pueda ver objetos y regalos íncreibles y originales, con los que siempre me sorprendo. Concha, encontraremos ese cinturón azul marino, ¡Te lo aseguro!

Empezamos nuestro viaje a primera hora rumbo a Castellar de la Frontera, un pueblo porque se tiene que denominar así, pero justo al entrar nos dimos cuenta que parece más una urbanización de guiris, por la estructura y cómo está organizado el pueblo, casas muy bajitas con mucho espacio y jardines entre ellas y en el que degustamos un exquisito zumo matutino.

Después la gran sorpresa que Juan nos tenía preparada, es contemplar ese maravilloso castillo que veís en la fotografía. Un complejo espectacular bien conservado en el que uno puede pasar un tranquilo fin de semana ya que en su interior, hay casas rurales y hasta un hotel donde uno puede huir del mundanal ruido de la ciudad. Las vistas hacia el Parque de los Alcornocales, son impresionantes, así como la conservación de cada una de las partes del Castillo de Castellar que te hace creer durante un instante, que hemos dado un salto en el tiempo y nos encontramos en esa época medieval.

Por cierto, que el Castillo se pueda visitar así de bien, se debe a los HIPPIES, como reza este manifiesto:


Después de visitar mi Castillo, me dieron la opción de elegir otro en Jimena de la Frontera, el siguiente pueblo que visitamos, pero la verdad es que viendo el de Castellar, no hay color. Aunque también fue una gozada ver esas vistas del Parque de los Alcornocales, nunca había visto tanto verde junto y espero que la raza humana no sea capaz de destruirlo porque es una auténtica joya.

Posteriormente, nos dirigimos rumbo a Cortes de la Frontera, donde paramos a comer y disfrutamos de un mesón con una carta algo extraña apuntada en un cartoncito pero donde nuestros estómagos disfrutaron de lo lindo con una buena comida.

De allí a Ubrique, la tierra de Jesulín y de la piel, un pueblo que parece más una ciudad que se encontraba justo en medio de un montón de rocas a su alrededor y que por ello, el calor fue bastante acuciante. Esta circunstancia no impidió que la civilización de la zona saliera a la calle para tomarse un buen café o una buena cervecita en una calle peatonal muy transitada.

Carlos consiguió comprarse una cartera muy buscada y rebuscada después de visitar TODAS las tiendas abiertas de Ubrique y digo bien, TODAS, pero al final encontró lo que estaba buscando que era lo importante. Ya puede presumir de cartera de Ubrique.

No puedo decir lo mismo de la pobre de Concha que todo lo que quiso encontrar tanto en Ubrique como en Grazalema, nuestra última parada, no lo consiguió. Pero bueno gracias a eso, pude entrar con ella en un montón de tiendas exquisitas que no ves normalmente en la gran ciudad y que conservan ese especial encanto de tener artículos que ni siquiera habías reparado que te podían hacer falta pero que sí que pueden ser muy útiles.

Grazalema la vimos casi de noche y así pudimos contemplar la preciosidad de sus calles empedradas con edificios hechos a la medida de la generalidad del pueblo, y con una infinidad de calles que te mostraban secretos en forma de tiendecitas, casas y una arquitectura envidiable, que pudimos contemplar en su amplitud en un mirador cercano a la zona.

Llegamos cansadísimos a la noche, pero más que el cansancio, nos quedó la gran sensación de haber disfrutado nuevamente de una ruta maravillosa y nuevamente, además, estamos recargando las pilas para nuevos descubrimientos y nuevos paisajes que contemplar. Así que, mis guías favoritos, ya sabéis, ¡queremos más!. Y no me quiero cerrar este arcón, sin daros de nuevo un inmenso GRACIAS.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola! mira que, si quieres el castillo, dalo por hecho! Ya es tuyo, mañana mismo te puedes instalar! Aunque sta lejillos del centro no?? :P

Anónimo dijo...

P.D: a ver si puedes visitar esta web estupenda: www.novaciencia.com