En la sencillez bien hecha está la clave de muchas historias cinematográficas y este es otro buen ejemplo. La historia se basa en un piloto, magistralmente interpretado por Cary Grant (aún no entiendo que no tenga ni un sólo Oscar, propio de muchas injusticias que aún se cometen) y el gerente de un pequeña compañía aérea apenas rentable, cuyo principal negocio es el transporte aéreo de correo desde la portuaria ciudad de Barranca a orillas del Pacífico hacia los Andes sudamericanos. A ese lugar llega la corista, Bonnie Lee, que altera la tranquilidad masculina que reina el lugar y enseguida encuentra el hogar que ella misma no tiene ante ese rudo clásico que no le pide nunca nada a las mujeres pero que si te molestas en conocer a ese protagonista, le empapas ese duro corazoncito y con esa canallería, descubre que no es tan fiero el animal como aparenta.
Pero esto para mí no fue lo principal, quizás es la parte más de telenovela como pensábamos mi tía y yo en un principio, lo fundamental son los transportes aéreos y cómo están rodados, yo entiendo que la tecnología está alcanzado niveles increíbles pero cuando veo un trabajo con tan pocos recursos como se tenían en la época y gracias a la imaginación y al talento, sufro y tengo tensión en una película de 1939 porque el avión no sube lo suficiente para sobrepasar una colina o no va a poder aterrizar, es que este director hizo algo extraordinario que echo muchísimimo de menos en las películas actuales donde te lo dan todo mascadito y el nerviosismo por si el protagonista va a llegar a salvo, se disipa enseguida.
Luego tiene algo propio de estas películas clásicas que es jugar con los actos y las frases repetidas, un tick que hace que esboces esa leve sonrisa porque sabes a lo que esos diálogos y a las características personales de los personajes se refiere. Y sentir eso es muy chulo. Vale para entender mejor la película pero además porque lo pasas bien con esos detalles, además de con los diálogos momentáneos en español (que hay un momentazo Shakespeare legendario).
Las actrices la verdad es que complementan a los actores protagonistas, siendo por ejemplo el primer papel en una película de Rita Hayworth, pero el peso lo llevan Cary Grant, Richard Barthelmess en el papel más conflictivo del aviador que se salvó a si mismo y dejó a un mecánico que perdiera la vida en un accidente y sobre todo, Thomas Mitchell, en ese muchas veces, desagradecido papel, de ser el apoyo del protagonista, el que no tiene diálogos divertidos, pero que su rostro es el más sincero y con el que más te puedes identificar con todo lo que pasa en la trama.
Más que recomendable para pasar una tarde de cine clásico y disfrutar con cómo se hacían las películas con mucho sentimiento, ilusión y que te deja con muy buen sabor de boca por lo que experimentas al verla.
Nota: 8 Arcones
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