domingo, noviembre 18, 2007

Un concierto para aliviar el dolor

Desde esta semana, llevo emocionada al descubrir que Javier Ojeda daba un concierto en solitario en Fuengirola. Más que nada, porque mi larga estancia en Barcelona, me dejó sin escuchar su voz durante mucho tiempo, y de disfrutar de su energía y su buen hacer en el escenario.

Tras las circunstancias que me han rodeado esta semana, creía que no iba a poder ir al concierto, porque no me sentía con fuerzas y pensaba que traicionaba la memoria de mi grandullón, si me iba a divertirme, la misma semana que quiso ver los partidos de baloncesto, desde un lado diferente de la tribuna de los pobres.

Tras hablarlo con mi gente querida, me dijeron que me vendría bien, divertirme en el concierto para dibujar aunque sean unas horillas, una sonrisa en mi cara.

Asi que dicho y hecho, el sitio parecía ideal para un concierto acústico y lo que más me gustó fue que notaba que se sentía muy cómodo porque se rodeó de los suyos, y pasó al contrario que con los conciertos de Danza Invisible que es que se ceba con ellos y no hace caso a los que desafortunadamente no le conocemos pero le admiramos.

Yo, tras mucho pensarlo, decidí acercarme a pedirle un autógrafo de su disco que aparece en mi arcón. Me lo pensé, porque me pasa una cosa muy curiosa con los artistas que más admiro y respeto y es que la vergüenza se apodera de mi. Muy diferente a lo que me ocurre con gente a la que sigo pero no con devoción; en esos casos no me corto un pelo a la hora de saludarles y pedirles una firmita. Será que no quiero defraudarles con lo que les diga o algo así. Lo seguiré descubriendo.

El concierto tuvo un break como lo llamó Ojeda, lo que lo hizo más largo y fue lo que no me gustó, porque no se contagió del ritmo y la energía de otros conciertos de los que yo he disfrutado.

Me quedo con la preciosa voz que tiene en directo y al estar más cerca lo pude notar a flor de piel. El buen rollo que me destiló al saber que me sabía las canciones y se pudo a bailar cerca mío para gusto de esa sonrisa, que todos los míos siempre buscan.

Y aunque él no lo supo, durante unas horas, me olvidé de todo y avancé un pasito más, en mi carrera de seguir adelante con mi vida.

Gracias Javier Ojeda por conseguirlo y por ese Emborráchame de amor.

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