Con Miguel Rellán y la fotógrafa, Ana Belén Robles, después de la entrevista |
LA MÚSICA ES UNA DE LAS COSAS MÁS SERIAS A LAS QUE SE PUEDE DEDICAR UN SER HUMANO
Es un gustazo entrevistar a Miguel Rellán. Es de esos actores cuya trayectoria debería estudiarse en todas las escuelas de Arte Dramático y no sólo por lo valiosa que ha sido, si no por su carácter afable y con un humor exquisito que se te contagia nada más conocerlo. Nos recibe con un “Hola, soy José Coronado” y ya sabes que la entrevista sólo puede ir a mejor simplemente escuchándole. Será un placer descubrir como nos narra la historia de Novecento, extraído del libro de Alessandro Baricco, tanto esta noche a las 21:00 como mañana a las 20:00 en el Teatro Echegaray.
Miguel Rellán durante la entrevista |
P: Me gusta la historia que sea un músico quién cuente la historia de otro músico, sin biógrafos ni personas que puedan interpretar esas vivencias y que no las van a comprender igual que alguien de la profesión
Miguel Rellán: Además de ser músico tiene dos cosas añadidas que son muy importantes, una que son amigos, como él mismo dice “el mejor amigo que ha tenido”, y, en segundo lugar, un admirador que es un sentimiento que solamente tenemos los seres humanos, ningún otro animal y a muchos seres humanos les cuesta, pero me excluyo, demostrar pero es uno de los sentimientos más generosos que hay, el de admiración. Aplaudo y me pongo de pié por lo bien que haces esto. Lo que tiene el protagonista es amor y admiración hacia Novecento y a la vez le intriga porque es un ser humano muy raro. Todo eso mezclado es un músico.
P: ¿En qué se centra la obra?
Miguel Rellán: Yo hago de un trompetista que ha trabajado en muchos sitios. En la era de la preguerra, en los años 30, trabaja en un transatlántico de esos que iban entre Europa y América que llevaban emigrantes y pasajeros de mayor clase. Un día aparece una caja de cartón con un recién nacido que es evidente que es de los de abajo, de los emigrantes, que lo dejan allí a ver si el crío tiene una vida mejor, pero como si fuera una especie de premonición, ese niño aprende a tocar el piano de una manera absolutamente autodidacta y sobrenatural. Se convierte en el mejor pianista del mundo pero nunca baja del barco. Se hace conocido y la gente tiene que ir a verlo allí, no baja. No sabemos por qué no baja. Mi personaje se lo pregunta varias veces. Es un tipo raro porque no hay ninguna ciudad, ni iglesia, ni hospital, ni cárcel y ni equipo de fútbol que tenga el nombre de ningún sitio. No existe. No tiene patria, no tiene familia, no tiene fecha de nacimiento, no existe. Es un tío rarísimo. Un día cuando tiene 32 años, le dice a mi personaje, la próxima vez que lleguemos a Nueva York me voy a bajar del barco. Y ¿por qué?. Tendrán que ver la función para saberlo.
P: ¿Cómo te preparaste este personaje?
Miguel Rellán: Pues como todos. Trabajando. Aquí en vez de ser un juego de equipo como el baloncesto, eres un golfista. El que mide la distancia y el que mides el ritmo y la fuerza. En esencia no deja de ser diferente a otros, la única diferencia es que todo es tuyo, sales y se acabó. Y el señor director que está desde fuera con la batuta diciendo, “allegro ma non troppo”, midiendo porque dentro uno es consciente más o menos.
P: ¿Te dio muchas indicaciones, Raúl Fuertes, en los ensayos?
Miguel Rellán: Más que indicaciones. Esto como me dijo un día un maravilloso actor americano, “esto de dirigir es ponerse de acuerdo”. Yo sé tocar el violín, no hace falta que me ponga usted la mano. A mí me parece Miguel que esto es por aquí, muy bien, vamos a probarlo por otro lado, a ver si es más eficaz. Y así.
P: El riesgo que corres es esa conexión directa con el público, si no la logras, es difícil que conecten con lo que les cuentas
Miguel Rellán: Ese es el vértigo, en general, del escenario. Es una asamblea a la que hay que dirigirse, lo que pasa que en este caso, soy yo solo. Cuento con un aliado muy potente que es el texto. Hay que ser muy burro para no cargárselo. Contándolo medianamente bien, las veces que lo he hecho, la gente se queda con la boca abierta. Cuando parece que se va a resolver una cosa, lo deja en el aire y continúa con otra. El espectador se queda, “ay, por Dios, cuéntame cómo acaba”. A fin de cuentas, es la historia de la humanidad. Yo creo que al ser humano, hay muchas teorías de por qué, nos gusta mucho que nos cuenten historias. Debe ser una de dos, o que no nos gusta la vida real que llevamos y queremos completarla o que queremos aclararnos con la vida real que llevamos y la vida de ficción nos ayuda.
P: Yo añado algo más, nos gusta quién nos cuenta la historias
Miguel Rellán: Estoy perfectísimamente de acuerdo. Hubo un señor que se llamaba Homero que ya lo contó todo, en La Odisea está todo. Y luego vino un señor que se llamaba Guillermo Shakespeare que remató. Después de ese, ya no se puede decir nada más. Lo que nos queda es la posibilidad de contarlo de otra manera.
P: Ayuda en textos como éste que el público esté cerca
Miguel Rellán: Yo lo prefiero. No conozco ningún actor que prefiera esas monstruosidades que hay un foso de 15 metros y detrás una oscuridad y al fondo, parece que hay un ser humano. Yo prefiero tenerlo cerca. Decía, no se quién, “la mitad de la belleza del paisaje, la pone el que mira”. Unas veces, estamos para Mozart y otras veces, para heavy metal. Lo que hay que conseguir es que si yo voy a tocar a Mozart y la gente no está para Mozart, que su estado de ánimo sea Mozartiano, porque si entro a tocar Mozart y consigo que la gente lo que prefiera es heavy metal, la hemos liado. Pero eso es inevitable.
P: ¿Lo más importante que hay en esta vida es la música?
Miguel Rellán: No sé si es lo más importante pero yo creo que es una de las cosas más serias a las que se puede dedicar un ser humano.
P: ¿Cuál sería la banda sonora de Miguel Rellán?
Miguel Rellán: El otro día con un grupo de amigos que usamos el pretexto de ver películas para coincidir, tuvimos un acto de honradez intelectual y confesamos las músicas inconfesables. Gente con una categoría intelectual que te reconocía que le gustaba Marisol cantando Tómbola. Otro, a mí, Luis Aguilé. La banda sonora de mi vida está formada por 58.000 cosas, desde mucha zarzuela y ópera que había en mi casa y mis padres y mi familia les gustaba hasta Johnny Halliday, ya que nací en Marruecos y se escuchaba mucha música francesa.
P: ¿Qué quieres que el espectador se lleve cuanto termine de ver Novecento?
Miguel Rellán: En este caso, Raúl y yo estamos de acuerdo en una cosa, el gran teatro transcurre en la imaginación del espectador. Nosotros lo que hacemos aquí es intentar poner un detonante en la imaginación del espectador. Por eso no hay escenografía ni absolutamente nada. Es el trompetista solo. No se describe nada, todas las descripciones que hay en el texto de Baricco, las pocas que hay, están eliminadas. De manera que yo, en algún caso, después de la representación que hay eso que se llama “encuentros con el público” y he preguntado, con la mala uva que me caracteriza, ¿puedo preguntar cómo se imaginan ustedes Novecento? La polémica ha sido fantástica. Cada uno se lo imagina de una manera distintas y, además, le irrita que sea distinta a la suya. Y yo no he dicho nada de cómo es. El espectador lo crea en su imaginación. Y la música, no se oye ni una nota. Es mucho más potente. Novecento es un pianista excepcional y cuando hay un duelo y él se cabrea y dice, “ahora te vas a enterar lo que es tocar”, se queda todo el mundo con la boca abierta. Si yo digo, “tocaba una música inexistente, aquello no existía antes de que él lo tocara” ¿Qué música pones?. Cada uno se imagina la que sea. No es cierto que una imagen valga más que mil palabras, ni muchísimo menos.
P: Que sensación más maravillosa
Miguel Rellán: Si tuviera que vender, que soy muy malo vendiendo nada, es una bellísima historia que a todos nos gustaría oír, de admiración hacia la música que encima es fascinante y misteriosa y, después, la emoción, conseguir que al público se le pongan los vellos de punta y se le salten las lágrimas. Aquí en Novecento, no siempre porque hay gente predispuesta a oír Mozart con la flor de piel y hay mendrugos que los mueves un poco y caen bellotas, pero logro que la gente se emocione bastante.
P: ¿Qué se te pasó por la cabeza cuando Raúl Fuertes te ofrece este personaje?
Miguel Rellán: Tardé unos días en leérmelo porque era un monólogo y yo no quería hacer monólogos. Me lo leí y le llamé a las tres de la mañana, “Raúl, yo quiero hacer esto, tengo la necesidad de contar esto”. Es fantástico porque es exactamente lo que le ocurre al trompetista en la obra, que lo único que tiene es una historia, lo ha perdido todo, como él dice “si me pones boca abajo, no me cae nada de los bolsillos porque he vendido hasta la trompeta, pero esa historia no la he perdido y mi amigo me decía, mientras tengas una buena historia a cuestas, no estás jodido del todo”. En eso coincido, intérprete y personaje van unidos. Algo de verdad habrá cuando salga ahí y tengo muchas ganas de ver la cara de la gente.
¿Les gustaba cuando les narraban historias? Esos cambios de ritmo y modulaciones de voz. Pues imaginénselo en la maravillosa voz de Miguel Rellán junto a su interpretación. Será un cuento y unas vivencias extraordinarias que les harán navegar en ese barco del pianista Novecento y no salir del mismo, hasta que sepan todo lo que ocurrió. Y de la mano de este gran actor, es un viaje que no deben perderse. Sencillez, naturalidad, buen humor y ternura. Ese es Miguel Rellán y ha sido un placer tener estos momentos de escucharle, ahora toca ver cómo narra como trompetista de ese navío, la historia de su amigo Novecento.
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