domingo, abril 13, 2014

Crónica "Novecento"

Miguel Rellán durante la actuacion
SOY EL MEJOR AMIGO DE NOVECENTO

Como sucede en muchas ocasiones, no sólo una imagen no vale más que mil palabras si no que cuando un actor te cuenta cómo ha preparado una obra y lo que te vas a encontrar, finalmente supera las expectativas mucho más de lo que, en este caso, Miguel Rellán nos contó en la previa de “Novecento, el pianista del océano”. Un gran trabajo actoral donde nos narra la divertida, tierna y reflexiva historia de este pianista que sólo triunfó a bordo del Virginia, el barco que viajaba de Europa a América.

No hay nada en el escenario. Las luces se van apagando tenuamente y Miguel hace acto de presencia cómo intentando entrar, por primera vez, en una sala y busca su ubicación y la manera de comenzar la historia. Camina como si aún estuviera en ese barco donde se origina toda la narración, tambaleándose y haciéndonos ya partícipes de lo que nos va a contar.

Huyendo de descripciones para que el espectador agudice su imaginación, su tarea es más ardua y complicada pero la supera con creces. A través de su voz, aguda, directa y con esas modulaciones que te dejan muerta en la butaca, conocemos a Novecento, ese niño que aparece en la cubierta dónde están los pasajeros de primera clase y que es acogido por un marinero negro que le llama Danny Boodman T.D. Lemon Novecento y que, en sus viajes fluviales, encuentra en el piano su manera de expresarse y de tocar, como narra Miguel Rellán en boca del mejor amigo del pianista, una música inexistente, que no existía antes de que él la tocara.

No les voy a dar más detalles pero hay diversión, no de esa carcajada momentánea pero sí esa sonrisa leve que dulcifica el corazón, hay drama pero sobre todo hay conciencia. Entender a todos los personajes con los que Novecento se cruza, enfrentándose a ellos o no, y entender las situaciones tan diferentes por las que pasa la historia.

Miguel Rellán es un genio creando toda esa atmósfera. No le hace falta ningún elemento y mucho menos ninguna música, aunque parezca lo contrario. Hubiera sido mi abuelo perfecto contador de cuentos y transformado en ese amigo, al que con mucha suerte Novecento le dice todo lo que le ha sucedido en su vida, nos traslada a ese barco, a todos los camarotes, la sala de baile, la sala donde estaban los emigrantes y el momento culminante en el que parece que decide bajar del barco y hasta ahí puedo leer.

Es una lección de crear efectos, sin necesidad de usar ruidos extraños en la boca, de crear sensaciones emotivas por actitudes que personalmente no entiendes pero cuando conoces a Novecento sí y de irte del teatro, con incertidumbres sobre cómo habrías actuado tú en su lugar, pero a la vez feliz por conocer esta historia y no salir al mundo ignorándola.

No sólo ha sido un lujo conocer a Miguel Rellán si no que, de verdad, todas las historias del universo deberían pasar por sus manos. Quizás le cuento la mía y la mejora enormemente. No lo sé. Lo que si sé es que hace felices a los espectadores, les entrega su alma y a pesar, de esos móviles del demonio, que estrellaría contra la pared cada vez que suenan, él no se despista del discurso y enseguida, estás otra vez en el barco escuchando a Novecento. Vaya talento, vaya generosidad y que gran actuación. Los madrileños tendrán la suerte de disfrutar de la obra del 14 de mayo al 29 de Junio en el Teatro Español. Conozcan e imaginen la música de Novecento, no lo olvidarán.

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