Blanca Portillo es una directora más que inteligente. Ha contado con las mejores herramientas, un equipo apropiado y una idea lúcida para dejarte durante más de dos horas con un nudo en la garganta y una satisfacción brutal al salir de las butacas del teatro.
Es inteligente porque ha sabido plantear las escenas principales de "Don Juan Tenorio", respetando los versos de José Zorrilla y los personajes que creó, pero las ha recreado de una forma distinta logrando que el mensaje que quiere transmitir cale desde el primer segundo que sale alguna de las máscaras de los actores a escenas.
Y lo consigue. Don Juan Tenorio dice que "Por dondequiera que fui, la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí", ¿cómo hemos podido idolatrar y tenerle como referente romántico durante tanto tiempo a un canalla de semejante calaña?. Blanca nos hace un ejercicio de no quedarnos con lo que nos enseñan, de aprender a buscar más allá de palabras que puedan sonar maravillosas pero que, en el fondo, esconden una tragedia y un intento de manipulación. ¿Les suena? Estamos en campaña electoral, les recuerdo.
Volviendo a lo interesante. Mi atención durante todo momento iba fijándose en detalles de personajes que aparecen y desaparecen, que están en segundo plano y se ocultan con la luz y cuando tenían presencia, no puedes dejar de impactarte con cómo pronuncian esos diálogos, cómo evolucionan esas interacciones y cómo nos sorprendemos con la consecución de cada escena.
A esto, hay que añadirle muchos más aciertos, las transiciones con la melodiosa voz de Eva Martín. Qué sentimiento tan especial. No creo que sea baladí el que una mujer transmita esas frases entre acto y acto. Cómo si fuéramos las mujeres que nos percatamos de ese hombre atroz que es Don Juan Tenorio. Y cómo canta, es una maravilla. Y mientras tanto, los actores van dando vida a diferentes escenarios, cogiendo simplemente elementos como mesas que luego son rejas o pañuelos y recreando muy directamente la situación en la que el espectador debe navegar en la historia.
Decía que Blanca Portillo tiene las mejores herramientas y es que contar con la Compañía Nacional de Teatro Clásico le ha ayudado, sin duda, a mejorar esa idea que ella tenía. Escenario y vestuario están diseñados a la perfección para beneficio de la evolución de la trama y para obtener la mejor interpretación posible de los actores. Las luchas tan bien coreografiadas, que parecen sacadas de la mejor de las películas de este género y aunque los actores son conscientes y trabajan mucho en ello, estoy convencida que en ese tratamiento de los versos han tenido también un asesoramiento adecuado porque se nota ese cuidado por parte de todos ellos.
Y a Don Juan nos lo ambientan como si perteneciera a una banda callejera y Luis Mejía a otra. Reitero que respetando muchísimo el texto y los versos del autor pero enmarcados en algo más reconocible para los tiempos de hoy día y señalado en una podedumbre y oscuridad que rodea a este protagonista y que consigue que desde el primer instante entiendas lo que se quiere transmitir. La simbología de pañuelos rojos que caen, esas coreografías o arena que marca el tiempo son detalles que hacen que cada escena no sea la misma y se vaya entendiendo esa idiosincrasia de este personaje tan ruin. E incluso, se permite momentos divertidos donde parece que no pueden colarse, particularmente me quedo ese diálogo compartido de Juan Tenorio e Inés leyendo esa carta a la vez, interrumpiéndose las frases y logrando una armonía preciosa que me ha encantado.
Y mi apartado especial es para José Luis García-Pérez. Lo que este hombre me ha regalado encima de ese escenario en el Teatro Cervantes, no sé cómo voy a poder agradecérselo. Le he odiado desde el principio pero cómo pronuncia las palabras, cómo se enfada sin chillar, cómo enamora con la mirada, cómo su voz ya extraordinaria se hace más grande y vital para quién es una enamoradiza del teatro. Ya me gustaba pero donde yo descubro si son los mejores es en el teatro y este hombre es uno de los mejores actores que yo he visto en mucho tiempo. Sin ninguna duda.
Hay una sorpresa que no desvelaré en la que me he percatado de esa valía de José Luis García-Pérez porque transforma un momento dramático, en uno más de interacción con el público para volver a dónde estaba enseguida. Eso es el teatro. Eso es mágico. Y eso, más miles de detalles infinitos que me quedo de su actuación es lo que ha hecho esta noche que me han dejado anonadada.
Tienen dos oportunidades más, hoy viernes a las 21:00 y mañana sábado a las 20:00. Les aseguro que tienen que desmitificar a Juan Tenorio viendo esta obra. No van a salir cómo entraron al Teatro Cervantes y puede ser que no sean capaces de explicar todo lo que van a sentir pero sabrán que fue necesario que lo vivieran.
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