domingo, mayo 18, 2014

Cardos

En conversaciones extrañas y también en algunas de mi entorno, he tenido la desagradable sensación de escuchar calificaciones y consideraciones hacia otras personas con términos como "cardo", "fea" y similares. Se han producido muchas en muy poco periodo de tiempo y directamente me ha hecho recordar la peor época de mi vida, la adolescencia.

Ya en mis tiempos de instituto, la moda hacia más furor de lo que me gustaría y la educación seguía imponiéndose en unos canones de belleza que producía que personas como yo, que no éramos las guapas del centro y nos motivaban otros objetivos aunque también nos gustaba pasarnoslo bien, se sintieran totalmente rechazadas por muchos grupos. Hoy lo sigo viendo en lo que llaman "Bullying" que se ha producido desde siempre y no es una palabreja que se hayan inventado ahora.

En mi caso, siempre que me ha gustado una persona no ha tenido que ser un impacto físico o un flechazo como se impone. La mayoría de las ocasiones eran conversaciones que me hacían ver a esa persona especial, su voz, que me hiciera reír y que me deslumbrara y me sorprendiera con detalles y su inteligencia. Era también lo que siempre había pretendido también yo, que no solamente me vieran como la "simpática, amiga de la guapetona", y no diré lo de "la belleza está en el interior", slogan de "La bella y la bestia" pero si hubiera pedido algo de tiempo para que verdaderamente se viera la gran belleza que yo y más chicas que conozco tienen más grande que su propio físico y que las hace aún más hermosas.

Escucharle a alguien "esta persona es un cardo", me repatea el estómago. Me pongo en el pellejo de las muchas veces que de adolescente me ponía delante del espejo y me tapaba la cara para no verme. Y no quería salir y me quedaba en casa viendo películas. Se logra que te anulen como persona y pierdas tu razón y tu sabiduría como para conocer que eso no era lo que te convenía, que había que saber esperar al príncipe, entre comillas, que se pusiera a hablar contigo, se riera y disfrutara con tus locuras.

Y así pasa, creces y eso lo recuerdas como una pérdida de tiempo. ¿Qué importaba que quién te gustaba prefería a la que pretendieran todos? Y si ¿no era para tí? Daría lo que fuera porque ese cerebro que creció cuando llegaba a la universidad, se lo hubiera regalado a esa mocosa del instituto que pensó que ningún chico la iba a querer y se que iba a quedar sola.

De todas formas, no paro de reunirme y de juntarme con gente muy bella. En muchos sentidos. Trabajo con ellos y me regalan momentazos que les hace los más guapos del universo. Comparten cervezas conmigo y sus sonrisas son las que iluminan el lugar donde estemos. Necesitamos vernos y hay abrazos y besos y caricias y gestos que son auténticas fotografías de portadas de revista. Esa para mí es la belleza. No tiene que ver con el cutis perfecto, el pelo liso y el maquillaje. Tiene que ver con la esencia de la que estamos hechos todos y que enriquece nuestro rostro, nuestra figura, la ironía, el humor y las ganas de seguir disfrutando de la vida cada segundo.

Me siento feliz de no ser alguien que juzga de primeras a nadie por su físico. De ser en ti tabla de valores algo más que insignificante y no tener ese scanner que predispone sin piedad. Y si, cada día me siento más guapa aunque mucha gente no lo crea. Y ya me miro al espejo sin tristeza. Y ya no me da tanto reparo hacerme fotos. Y me pongo el look que me define y me gusta para mí. 

Claro que me fijo en Robert Downey Jr, Hugh Jackman y demás. Son ideales cinematográficos que interpretan un papel y me vuelven loca pero en la vida real me quedo con los ojos que me enamoraron de mi niño y cuando se olvida que tiene que ser una persona seria y se le va la pinza. Esos son mis momentos.

Y sí, hubiera dado lo que sea porque en la época discotequera no me hubiera quedado sola en la barra mirando como ligaban mis amigas, mi cerebro no daba para ver que eso no era para mí, que yo era más especial que todo eso. Y sí, hubiera dado lo que sea porque muchos que te dicen ahora qué les hubiera encantado salir contigo, hubieran abierto la boca en esos momentos que me hacían falta. Y sí, hubiera deseado que alguien te dijera ese ¡guapa! al salir de casa. Pero finalmente los cardos, pingüinos, robocops, nos convertimos en gente que sabemos apreciar todos los placeres de cada día y tenemos el futuro que no soñábamos de adolescentes. 

Y cuidadito con lo que se le enseña a las futuras generaciones, que afortunadamente muchas sabemos salir de esa falta de autoestima pero hay a quienes le sigue costando toda la vida, les merman en su personalidad y pierden habilidades sociales y se refugian en sus pensamientos de que no merece la pena salir a la calle, ponerse lo que les apetece y hacer las cosas que les gusta como cualquier persona. A ellas, de verdad, la crueldad intolerable no siempre destaca entre la gente, yo lo he podido cerciorar, hay que encontrar verdaderamente quién te aprecia por quién eres y se puede hacer. ¡Ánimo y si os encuentro en mi camino, os diré lo espectaculares que sois!

Y ¡vivan todas estas mujeres guapas!








 

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