Empiezan mal. Suena el despertador antes de lo normal porque tienes que acabar un asunto urgente antes de ir a trabajar. Normalmente empiezan en un banco o en un centro de salud.
En los dos casos, no has sido lo suficientemente lista y por preocuparte en dedicar dos minutos a quitarte las legañas de la cara, ya se te han adelantado dos personas cuya rapidez, acumula los minutos que a ti te servían de relajo para hacer todo a tiempo. Total, porque no se te vieran los ojos con legañas que eso por la mañana todo el mundo se fija. ¿O no?
Después todo lo que arreglaste durante la semana, se te trunca en una llamada porque no te imformaron debidamente de los formularios y/o papeles de mierda que tenías que presentar para que te concedan otro papel que te sirve para realizar tu trabajo. En esos momentos, te das cuenta que tu vida está completamente empapelada y no te puedes librar de ellos.
Seguidamente, tras solucionar el conflicto, prosigues con algo nuevo que te llevará toda la semana para finalizar porque además de eso, tienes otras veinte mil cosas insignificantes que hacer, pero que las tienes que hacer, porque son las que luego recuerdan que tenías que haber hecho, aunque sea una patochada. Atrévete no hacerlo, vaya. Esa cosa nueva te lleva toda la mañana y todo se puede truncar, con sólo pulsar un mísero botón al que sin percatarte incluye la palabra BORRAR, una pobre palabra que cumple su significado y puede anular todo lo que has hecho durante todo el día, sin darte cuenta. No os reproduzco las frases que se dicen cuando ocurren este tipo de cosas, porque todos de sobra las conoceis, y ya he puesto la palabra mierda, una vez y aún quiero conservar mi reputación de escritora fina.
Acaba la jornada y como no, el tren se va justo cuando llegas a la estación después de haberte dejado la respiración tres calles más para abajo. Y ¿qué más te puede pasar?. Pues encontrarte con una de las profesoras que te llevó por la calle de la amargura en el instituto y a la que has intentado esquivar con la mirada, más que nada, porque ya llevaba suficiente con un día de mierda, joder otra vez la dichosa palabra, no lo puedo evitar. Pero es que es así, lo que menos te apetece es recordar que esa mujer te aprobó por pena, te lo echa en cara y no se cree que al final hayas triunfado en lo que querías trabajar, más con el día que llevas con tanto sufrimiento.
El caso es que la buena señora, por mucho que disimules, acerca la cara más abajo de donde tú la estás poniendo y te sonríe nombrando perfectamente tu nombre y tus dos apellidos y diciéndote que muchas noches vuelve a repasar los exámenes de mi clase para recordar viejos tiempos.
Siendo profesora de filosofía, en vez de leer los múltiples libros que le podían animar esas noches de soledad, va la tía y se lee nuestros exámenes. No si ya sabía yo que no andaba muy bien de la azotea.
Al final, la cosa se relaja y después de quejarte, chillar y contarle a todo el mundo el mal día, te quedas igual porque ya sabes que mañana toca otra vez volver a trabajar normal y a ver que pasa. Eso es otro síntoma de la vida, después de un día malo puede que vuelva otro peor u uno mejor, el caso es pasarlos y si suceden cosas malas, aprender de ellas y son buenas, recordarlas.
Un consejo, cuando el despertador suene antes de lo normal, ¡no os quiteis las legañas!
2 comentarios:
jajaja pobreeeciiiita primita mía!
es q cm nos levantemos con el pie izquierdo...mejor volver a acostarse!
q tengas muuuchos buenos días y se esfumen los malos!
mil besitos dese madriiid
Dimelo a mi, esta semana que trabajo de mañana llevo 2 días que me he dejado el "abono" en casa, de manera que venir a trabajar me está saliendo por un ojo de la cara... :(
Me levanto con la "legaña" puesta y no me doy cuenta de que me dejo las cosas...
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