Se que prometí escribir después del viaje, pero las circunstancias de mi cansancio provocaron que no tuviera ganas ni de encender el ordenador para narraros lo fantástico que fue mi viaje a Granada.
Fantástico no sólo por ser el tema principal del Salón del Cómic que fuimos a visitar en Granada, sino porque este tipo de escapaditas son buenísimas para huir del mundanal ruido como a mi me gusta y experimentar cosas nuevas. Además, estuve muy bien acompañada por dos amigos y mi novio, que me hicieron ver otros puntos de vista de las cosas que estabamos viendo y las pude también disfrutar con ellos. Lo cual siempre es positivo porque estas son las cosas que siempre se recuerdan cuando te reunes para tomar cafe y ves una noticia que te recuerda el viaje. A ver si para el año que viene les puedo volver a engañar.
Por la morning, fuimos acompañados de la señora pesada del GPS hacia donde se encontraba el salón, cantando música del 40 al 1 hasta que la señal se perdía por momentos y de vista, vimos a mucha gente disfrazada para el lugar donde se celebraba el salón. Asi que, la señora pesada no sirvió de nada y pudimos encontrar el sitio sin mayor problema.
El salón no tiene la misma dimensión que el de Barcelona, pero si ese aire de diversión y de no tener vergüenza a la hora de disfrazarse de sus personajes favoritos, a mi me impresionaban los detallitos con que cada uno adornaban sus trajes y su cuerpo, y pensaba si tuviera esa devoción de quien lo haría yo y no se me ocurría otro personaje que el de Guerrero Luna, que eran los dibujos que yo veía de chica en plan manga, pero soy incapaz de tener esa vena artística para lograr el traje perfecto, asi que mejor se lo dejo a los profesionales.
Eso si, compramos camisetas que nos gustaron, además de otro peluche para mi colección y salimos muy contentos de no tener que ir hasta tan lejos para ver un salón del cómic en condiciones.
Después llegó el momento tapa, esa bonita costumbre para alegrar los corazones con buena conversación y buena comida. Un suministro ideal para proseguir con la siguiente y última etaoa: el museo de las ciencias
Era un lugar que todo el mundo me decía lo bonito que era y que había que visitarlo, asi que no podía dejar pasar la oportunidad. Desgraciadamente las exposiciones que se incluían no era muy de mi agrado, ya que mis seres vivos más odiados, las serpientes, eran las protagonistas de Veneno animal. Pero obviando este hecho, el museo de las ciencias es un lugar imprescindible para abrir tu mente a conocer, a saber y a recordar cosas ya olvidadas y que viene bien darles un repasito a base de tocar cacharros.
En definitiva, un gran viaje cultural y de diversión, dos buenos ingredientes para llenar un fin de semana.
Y no quiero olvidarme de los disfraces de los que habla Albert Espinosa en este interesante artículo:
Esta semana he pillado uno de esos virus gripales que circulan por estos mundos. De los que te dejan la tripa fatal, el cuello agarrotado y la fiebre alta. El médico me recetó un par de medicamentos advirtiéndome de que esto ya pasa en la "época de los disfraces". Según él, la época de los disfraces comienza la última semana de febrero y llega hasta la tercera de mayo. Y la definió como ese momento del año en que puedes encontrar grupos de gente con cinco capas de ropa por la calle justo al lado de otro grupo de gente con pantalones cortos y camiseta.
Ya de por sí, ese comentario de mi médico podría dar para todo un artículo pero seguidamente añadió algo que aún me alucinó más.
Lo más curioso fue cuando me preguntó si prefería pastillas o cápsulas. Yo pensé que era porque unas se tragan mejor que otras. Pero él me contó las ventajas del efecto placebo. El 57% de la población cree que se curará antes con cápsulas que con pastillas. Y aumenta hasta el 72% si las cápsulas son rojas. Y fue cuando me habló del poder de los colores de las cápsulas. Yo pensaba que su doble color no tenía sentido, pero resulta que sí. Los colores rojos y negros se consideran los más eficaces. Los verdes y azules trasmiten tranquilidad y los amarillos son estimulantes. De ahí que se conjunten para obtener en el paciente la sensación de mejora solo con verlas.
Fue tan entretenido y tan didáctico... ¿Sabéis qué pasó? Al salir, me encontraba mejor. Sin duda, a eso se le podría llamar un médico placebo.
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