Ya ha empezado la Feria de Málaga, con un sol a rabiar como es habitual pero con la misma energía positiva que te contagia la gente nada más pasear por sus calles.
El ajetreo y el bullicio de gente te estorban en un primer momento para luego convertirse en un hermanamiento especial que se produce en Málaga y que era de lo que más echaba de menos durante mi estancia en Barcelona.
Fuimos muy poquitos comparados con las que lograba reunir cuando tenía la tierna edad de 15 hasta los 20, en los que íbamos todos los días y no paramos de bailar en la calle del Agua. Ahora la cosa ha cambiado bastante, los compromisos laborales y personales de la gente de mi alrededor hace que cueste un poco más sacarlos a la calle Larios y que de todos los días ni mijita porque el cuerpo ya no aguanta.
Eso sí, ayer volvimos a tomarnos nuestra cervecita en la Plaza de la Constitución, nuestra papa asada en calle Granada y como no, esa visita a esa señora que descubrimos que se llama Pepi, un prodigio del ser humano que después de 54 años sigue teniendo los precios más baratos de toda la Feria y no envejece con el tiempo sino que todo lo contrario, cada día más guapa y con más arte.
Sabéis que yo no soy mucho de seguir tradiciones pero mira ésta es de las cosas que siempre me gusta hacer y cumplir porque me aportan momentos especiales y positivos para mi y disfruto con mis amigos que es lo que realmente importa.
Después del ajetreado día, hoy he estado recargando fuerzas para poder seguir mañana y es que, cada vez más cuesta seguir el mismo ritmo que seguías con 15 años, pero bueno mientras sepas donde están tus límites y tener siempre un domingo de reposo, te ayuda a recuperar el espíritu de feria para el día siguiente.
No sé qué tiene la Feria de Málaga para que me siga gustando tanto, pero os animo a que si tenéis la oportunidad de pisarla aunque sea una vez en vuestra vida, os lo recomiendo simplemente porque vivir ese ambiente en el que todos nos queremos divertir y en el que no existe las miradas falsas o agresivas que tenemos casi siempre en nuestra vida cotidiana, solamente por el hecho de que los prejuicios desaparezcan y todos queramos conocernos y reirnos de nosotros mismos, merece la pena vivir un día en la Feria de Málaga. Os lo garantizo
1 comentario:
Jo, lo explicas con tanto cariño y tanta alegría que a uno le sabe fatal no ser malagueño. Quizás algún día... ¡Saludos!
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