INFINITAMENTE
MEJOR QUE LAURENCE OLIVIER
Iván Massagué y Emilio Gutiérrez Caba |
2001 y 2007 son las fechas en las que yo ví “La mujer de negro” y aún no doy crédito con lo que consigue esta obra en el público. Es difícil calcular cuánto puede durar una historia cuando se ha representado durante tanto tiempo para tantísimas personas que como yo la han visto en varias ocasiones o tienen la suerte de verla, en algún momento de su vida, por primera vez. Pero la fórmula sin duda está en su texto, cual cuento que puedes narrar eternamente y que se mantiene vivo y atrayente y lo más importante aún, esas interpretaciones de Emilio Gutiérrez Caba y la gran sorpresa positiva encarnada en Ivan Massagué.
¿Por qué a pesar que esta historia de mansiones, calesas, pantanos y leyendas cuando se ha adaptado en otros formatos no tiene ese peso cuando se representa en el teatro?. Porque la atmósfera que crean estos dos actores tan cercana y directa, no se puede hacer en ningún otro medio. Te puedes sorprender e impresionarte por una imagen instantánea y un chillido provocado en el momento justo pero en el teatro tienes que estar más pendiente y tanto el juego escénico como los personajes de Arthur Kipps y “”El actor” permiten que no te pierdas ni un detalle y que todo lo que sea clave en esa temática sea único y especial. Lo vives de la manera que sólo el teatro te puede permitir. Por eso, es el medio que más adoro y que más defiendo. Por lo que logra provocar con obras como ésta.
El texto, en esta ocasión dirigido por el propio Emilio Gutiérrez Caba, habla sobre la necesidad de un abogado de revivir mediante la ayuda de un actor profesional, un acontecimiento que le ha marcado durante toda su vida. Tal y como van ustedes descubriendo en qué consiste ese suceso y las circunstancias que lo adornan, el ritmo no decae y el montaje es lo suficientemente inteligente para que prestes atención donde tengas que hacerlo aunque no sea simplemente en el propio escenario.
Es una incertidumbre sana que ayuda a que te metas de lleno en ese ejercicio de imaginación donde no cuesta saber en qué instantes "el actor" representa a Arthur Kipps y en qué momento le está hablando como su asesor para dar ciertas indicaciones y que puedan conseguir finalizar la narración. Además, el espacio no para de cambiar en cuanto a la escenografía convirtiéndose en decorados que uno no se espera y que en ningún momento, te puedes adelantar a que va a aparecer eso en la trama.
Ivan Massagué |
Emilio Gutiérrez Caba |
Aún tienen oportunidad de descubrir todo esto que yo no puedo desvelar más porque me matarían. Sólo digo que lo he visto con tres personas distintas y todas han sentido ese placer que da ir al teatro. Así que es un privilegio que tienen que disfrutar al menos una vez en la vida. Apuesten por “La mujer de negro”. Es algo seguro que nunca olvidarán.
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