Con sólo unos pocos minutos que nos presentaron en el pasado Festival de Cine de Málaga, ya picaba mucho la curiosidad de cuál iba a ser el resultado de este arriesgado proyecto.
En Rivales, se ironiza desde el principio hasta el final, ese enfrentamiento a veces absurdo y a veces entretenido entre diferentes ciudades, reflejado en la máxima reconocida en España, como es entre Madrid y Barcelona.
Lo primero que hicieron adecuadamente y deberían aprender otros muchos directores españoles que se las dan de estrellitas, es la promoción tan buena que hicieron de la película. No dudaron en acudir a esa experiencia pionera en el Festival de Cine de Málaga de presentar esta película en un barco que se adaptó como otro marco emblemático del Festival. Tampoco dudaron en presentarla ante el público y la prensa, contestar a nuestras preguntas y sobretodo dejarnos opinar sobre el cartel y la labor que estaban realizando para promover que la gente fuera a ver Rivales al cine.
Así consiguieron enganchar a buena parte de los que allí estábamos y que nosotros habláramos bien de ella a nuestros allegados. Una función que tampoco cuesta mucho trabajo, pero que aún nos queda por aprender en nuestro cine y que, mal que nos pese, sí que sabe hacer en condiciones el cine americano.
Dejando a un lado este detalle, me gustaron muchas cosas de esta película. En primer lugar, los créditos iniciales, muy ingeniosos y que correspondían a la perfección con su llamativo y original cartel.
Posteriormente, nos van presentando las diferentes historias, a la vez que se van asomando las diferentes personalidades y características que tenemos ante este tipo de rivalidades, el madrileño halagüeño que intenta sobrevivir a base de palabrería barata, la catalana estirada que no entiende los chistes corrientes, la madrileña que tiene prejuicios de todo... En definitiva, un abanico de historias que como siempre ocurren en este tipo de películas, unas te atraen más que otras y eso hace que a medida que pase la película, el ritmo vaya ascendiendo y descendiendo y llegue un momento en que no le prestas toda la atención necesaria a lo que está pasando.
Eso sí, hay determinados momentos en los que te sientes muy identificado o son experiencias que las has visto y que siempre comentas en las reuniones de amigos. Y la más destacada es, sin duda, Rosa María Sardá, soberbia y con la que más me reí en esta película. Los demás actores no le hacen feo, pero ante su interpretación, se quedan bastante lejos para ser sus rivales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario