Un amigo mío me cuenta que ha tenido dificultades para poder entrar en su casa, después de un largo día de curro, puesto que en su mismo bloque vive una persona que se acaba de hacer muy famosa y tiene una larga cola de jovencitas esperando a que salga y poderse hacer una foto o que dicho personaje le firme un autógrafo.
El caso es que el pobre ha tenido que soportar las iras de dichas niñas porque pensaban que se quería colar¡¡¡ En su propia casa¡¡¡
Cuando me lo ha contado, lo primero que he pensado es que no quería para nada estar en el lugar de esa persona conocida. Quizás sea esa, una de las razones fundamentales por las que me quise dedicar a la radio. Esa parcela de anonimato en la que transmites tanto a la gente con tu voz y puedes ir tranquilamente por la calle sin que te reconozcan, es un alivio del que puedo disfrutar y del que no quisiera desprenderme nunca.
Es el riesgo que corren este tipo de personas cuando participan en un programa de televisión importante, por mucho que el motivo sea ser conocido y poder hacer lo que tú siempre has querido en el futuro, el precio que se debe pagar para mí es muy alto. Una cosa tan cotidiana como ir a tomar un café con tus amigos o salir al cine, se convierte en una vorágine de fans incondicionales, a las que tienes que atender porque es tu trabajo y vives de su ilusión, pero ¿hasta qué límite?. Porque yo no podría negarle un beso a nadie que fuera seguidora mía, pero y si como a todo el mundo puede ocurrirle, ¿me pilla en un mal día?. Uno de esos en los que prefieres seguir soñando y que pase tan rápido como si no hubiera existido. ¿Habría que entenderlo o hay que ser siempre devoto a tus fans?
Son cuestiones complicadas que por mucho que te lo imagines no podrías darle solución hasta que no lo vives en tus propias carnes. Y no tengo ganas la verdad.
El otro día vi un documental sobre El Canto del Loco, donde se veía al vocalista, Dani Martín, que como sabéis es la persona más reconocida del grupo aunque todos tengan la misma o más importancia que él, y se le veía intentando lo máximo posible llevar su vida cotidiana normal, pero nunca dejaba su sonrisa a la hora de firmar autógrafos, hacerse fotos, dar besos... Una capadidad para mi admirable, porque se notaba que lo había asumido como parte de su vida, como ir a comprar el pan todos los días, vaya. Con esa actitud, ha sabido llevar para adelante ese contínuo trajín por el que pasa todos los días, aunque sigo pensando que yo no sería capaz de soportar esa presión.
Al igual que pienso, que esos artistas que se las dan de divos y jamás atienden a una pobre señora que se le acerque a darle dos besos porque no es el momento y no le apetece, quizás habría que recordarle que seguramente esa señora se ha gastado parte de su sueldo en ver una película del divo o se ha comprado un disco suyo. Un esfuerzo que muchos artistas por el simple hecho de ser españoles, se creen que ya con eso todos tenemos que comprar lo que ellos venden sin que ellos se esfuercen en vendernoslo y eso tampoco es. Es una actitud que siempre he criticado por ejemplo a muchos actores de cine español que no promocionan sus películas o lo hacen de muy mala gana, cuando forma parte de su trabajo y no sólo enseñar la cara bonita.
Y después de esto, he llegado a la conclusión de que prefiero seguir siendo esa voz invisible que alegra el día desde las ondas radiofónicas a las buenas personas que quieran escucharme, y a las malas también, y mantener mi anonimato para seguir tomándome esos cafés y cervezas tranquilamente.
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