Los malos rollos aparecen en buena parte de nuestra vida y me he dado cuenta que normalmente suceden con trabajadores de algunas tiendas y restaurantes, y la mejor prueba de ello, nos ocurrió durante el día de la madre, que se suponía que iba a ser una excusa para disfrutar todos en familia y se convirtió en una mera anécdota al lado de lo mal que nos trataron en la pizzeria donde celebrábamos ese día.
Todo empezó cuando hice la reserva en dicho lugar y uno de los camareros pasa de tomarme nota de mi reserva porque está comiendo y eso que le dije que sólo sería cuestión de un minuto. El hombre ni corto ni perezoso dice que tiene una memoria prodigiosa y que retendrá mi reserva para el domingo para 13 personas.
¿Para cuántas creeis que reservó? Casi, para 12. Evidentemente, no cabíamos y nos tuvieron que cambiar de mesa, con el agravante de que dicho muchacho insistía en que yo le había dicho 12 y no 13, hasta que al pedirle yo explicaciones, se dio media vuelta y se fue, sin reconocer que se había equivocado.
En la nueva mesa esperamos casi dos horas a que nos sirvieran la comida mientras otras mesas que habían llegado más tarde, comían y terminaban sin preocupación. Todo acabó en una hoja de reclamaciones, que nunca gusta hacerla pero que es la única forma de que se defiendan los derechos de los consumidores.
¿Cuál es mi teoría? Desde hace tiempo defiendo que muchos dependientes/dependientas/camareros y camareras (¡Ojo! No todos), deciden ir a sus lugares de trabajo con mal rollo y desahogar sus frustaciones con los clientes, dándoselas de enteradillos/as, cuando lo más fácil sería pensar que ya que tienes que pringar unas cuantas horas, al menos hazlas con el mejor humor posible porque te servirá para estar bien contigo misma y que las horas laborables se pasen más rápido y de mejor manera. Que un día todos tenemos ese día tonto que no nos apetece hablar con nadie, pues si, pero no hacerlo por sistema.
No sé si esto se le llamará positivismo o algo así, el caso es que sería una conducta muy recomendable para estudiar en Filosofía y que nos sirviera para convertir los malos rollos en sonrisas.
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