Me acuerdo que tras la muerte de mi padre, una de las primeras películas que fui a ver fue La torre de Suso y que me sirvió como bálsamo en ese momento tan duro, porque reflejaba muchas de las sensaciones que se me pasaban por mi cabeza en ese momento y el cine, al que tanto amo, fue esa medicina para lograr una sonrisa que necesitaba a gritos.
Si hubiera visto esta película, La vida sin Grace, en ese momento me hubiera ocurrido exactamente lo mismo, aunque no se trate de una comedia.
Esta película refleja uno de los sentimientos que sufren muchas personas al perder un ser querido: no asumirlo y como consecuencia, no saber como seguir adelante y afrontar ese dolor. En este caso, la que muere es una soldado destinada a Irak y la escena que más da cuenta de ese sentimiento, es cuando John Cusack le explica a su hija, que estas cosas pueden ocurrir porque los soldados están cumpliendo con su deber y la niña se lo debate porque no entiende que pinta su madre en una guerra que no debió iniciarse. Los niños tienen eso, son puros y no entienden de frases aliviadoras, y eso es lo que más me ha gustado de esta película. Se ve cómo muchas veces nos queremos creer esas verdades a voces para seguir adelante aunque en realidad no nos creamos ni la mitad de lo que se dice.
Me han conmovido mucho las escenas en las que Cusack se siente perdido en todos los aspectos, en no tener el sentimiento de culpa por no haber ido él a la guerra y sobretodo el explicarle a sus hijas que su madre ha muerto y como intenta por todos los medios evitar el tema para que no sufran. Cualquiera a media película, no entendería porque no le cuenta la verdad a sus hijas mucho antes, pero yo desde el principio entendí a ese protagonista totalmente confuso y con una angustia constante para ocultar el dolor e intentar que sus hijas no pasen por lo que él está sufriendo. Pero sabe que es imposible.
La escena en la que al final le cuenta la verdad a sus hijas es apoteósica, al igual que dos escenas, para mi emblemáticas con su hija menor, en la primera sigue un ritual con su madre gracias un reloj cronometrado para que en ese momento las dos piensen la una en la otra y en la segunda, Cusack hace de padrazo sensacional aliviando el dolor de ella en una casita de juguete.
Y ya mi mención aparte es para John Cusack, un actor que logra conmocionarme con todo lo que hace, ya sabeis la predilección que tengo con esa maravilla de película llamada El niño de Marte, con ésta no se queda atrás y a través de su mirada, lo veo todo claro y me dejo llevar por todo lo que le está pasando. Es uno de esos actores que deberían tener ya una estatuilla en su casa, sin lugar a dudas. Versátil, apasionado, emotivo, conmocionador, todo tipo de adjetivos que alaban una gran trayectoria profesional que hace tiempo que debería ser recompensada.
Así que por la parte que me toca y por hacerme ver que como yo, hay personas a las que les cuesta todavía pensar que sus seres queridos no están y que, por muy escéptico que uno sea, necesitan señales que les hagan pensar que tienen a esas personas queridas cerca para ayudarles como siempre cuando hacía falta, gracias Cusack.
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