En este fin de semana, me he llenado de alegría cuando mi tía Pili me mandó un mensaje para que descubriera esta bella foto en una página de Internet.
No sólo la foto está estupendamente hecha, sino que el protagonista es uno de mis primos que con todo el arte del mundo, agarra esa pelota de baloncesto para que su rival no se la quite, como quien guarda un tesoro.
Nada más observar la foto, recordé la misma voluntad que yo tenía a su edad para recuperar balones y correr como una bala hacia la canasta contraria para encestar un tiro que poder dedicarle a mi grandullón, que no paraba de animarme desde el banquillo.
Lo cierto era que yo salía siempre de titular, pero mi misión era más desconcertar al contrario con mi defensa y luchar por el rebote, ya que no tenía una gran faceta anotadora que suplía con mi trabajo atrás en la defensa y en los rebotes defensivos y ofensivos. Por eso, cuando voy a ver a mi Unicaja, quienes por cierto me dieron un fantástico partido este domingo, cosa que ya nos venía haciendo falta, me fijo siempre en los jugadores que no destacan mucho en los MVP, pero si que son imprescindibles en su equipo, por su labor constante que no es espectacular pero sí necesaria.
La segunda cosa que pensé al ver esta maravillosa foto, fue lo orgulloso que se tiene que sentir mi grandullón, al ver como sus sobrinos disfrutan de un deporte que ha formado parte de nuestras vidas y que no somos los únicos chalados que se desvivían por un balón de baloncesto. Esa ímpetu y energía se la logró comunicar tanto a Miguel como a Álvaro y en esa instantánea se puede comprobar, que esa ilusión dio resultado y que ellos disfrutan como enanos de este maravilloso deporte.
Me recorre una emoción muy profunda cada vez que les veo con sus camisetas de baloncesto que les llega a las rodillas y con esas ganas de coger el balón para meter una buena canasta, porque sé que desde el palco de honor en el que ahora está papá, porque ya seguro que ha abandonado la tribuna de los pobres en la que estoy yo ahora echándole mucho de menos, desde ese palco de honor es el que está animando más a sus pequeños baloncesteros y seguro que no puede ocultar su felicidad por verles jugar al B A L O N C E S T O.
Así que, hoy abro el arcón para darle las gracias a mis dos nenes grandes del baloncesto por ser los más grandes y por hacerme féliz viéndoles jugar.
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