El domingo tuve la oportunidad de ver dos películas, aunque simplemente me voy a explayar en una.
Como antes de irme a Barcelona, la sala donde empecé a disfrutar de una de las mayores joyas que debemos conservar de nuestra ciudad, que es este Festival de Cine, fue la Sala Albéniz. Es una de esas salas antiguas que conservan su encanto, aunque de tanto que me estoy acostumbrando a la comodidad, también porque se paga un auténtico pastón para ver una película de cine, me resulta bastante incómoda. Los asientos no están alineados adecuadamente con la pantalla y no hay espacio de una fila a otro para estirar las piernas.
¿Qué es lo que ocurre? Que al encontrarnos en un marco tan especial, de esas pequeñeces ni te das cuenta. Y sólo merece la pena disfrutar del apagón de luces y lo que hay en la pantalla.
La primera prueba de fuego no fue ninguna de las películas que compiten en la sección oficial, sino un largometraje del espacio de ZonaZine, en la que se proyectan algunos de los filmes que seguramente no tendrán cabida en la cartelera nacional. Y ahí, tanto mi nene como yo, disfrutamos de 3:19.
La primera sensación es desconcertante. Al ser la primera película, yo no sabía si habría trailers al comienzo, y la presentación de esta película es como la promo de una productora, con el fondo estrellado en el espacio (sino daros cuenta de la mayoría de productoras y sus logos y contad con los dedos de una mano, las que no tengan estrellitas o el espacio al fondo), y no te das cuenta realmente de cuando ha comenzado la película, hasta que ves a Félix Gómez y Miguel Ángel Silvestre, manteniendo una conversación todavía ininteligible.
Esa misma sensación, se tiene hasta la última hora final, puesto que se intercalan continuamente una historia de animación muy diferente a la historia de los protagonistas de carne y hueso, pero que las filosofías que se cuentan en ambas historias, sí que tienen que ver.
El problema es que la primera hora de película resulta larga y tediosa porque no logras cuadrar lo qué estás viendo y es fácil perder el hilo, en cuanto llegan las primeras explicaciones y lógicas, ya te metes de lleno en el argumento y no puedes salir de él, sin resolver la incertidumbre de lo que va a suceder.
Escuché muchos suspiros durante buena parte del metraje, cosa lógica porque al espectador no le puedes pedir que aguante tanto tiempo hasta resolver el enigma que se le plantea con tantos cambios a la historia animada, frases inconexas sin sentido, y quizás la clave hubiera sido explicarlo, un poco antes de cuando se hace en la película.
Obviando esto, nos encontramos ante la historia de una persona que pasa de tener miedo a morir, a querer cumplir sus sueños y asumir su propia muerte. Me dolía que él era la persona que animaba a los demás, cuando él es el enfermo de cáncer, pero nadie era capaz de ponerse feliz delante de él y no mostrar sus verdaderos sentimientos.
A esto se le añade una pizca más de ternura, cuando conoce a la verdadera chica de sus sueños, aunque ella ni sepa quién es él, y decide que su última voluntad es grabarle un CD y que sus mejores amigos se lo den cuando él muera.
La moraleja final tiene que ver con las casualidades. Un mensaje precioso que nadie se cree en uno de mis géneros favoritos que son las comedias románticas, quienes por cierto son muy criticada en 3:19, y que en cambio en esta película te lo quieres creer, porque esas casualidades hacen que la vida de estos personajes fluya mucho mejor y vivan emociones apasionantes.
Para los que no tenemos fe, este mensaje nos cala hondo, porque muchas veces nos da envidia la gente que cree en cosas porque sí y pone toda su voluntad en ella, cosa que yo, por ejemplo, no puedo porque no me gusta buscarle explicaciones a las cosas, creo que ocurren porque sí o porque uno las provoca con sus decisiones, no porque sean cosas del destino.
Entonces, llega este tipo de películas que cuestionan que pueden existir las casualidades y que hay que aprovecharlas. Un tipo de filosofía de vida que a mucha gente en la situación del protagonista le podría ayudar a superar su enfermedad de la forma más digna posible, no digo en todos los casos, pero puede ser que en la mayoría si.
En resumen, un genial comienzo en el que no destacan mucho las interpretaciones porque lo clave es el mensaje que transmiten y se agradece algunas perlitas de humor que despiertan una carcajada después de provocar un sincero llanto, porque eso forma parte de nuestra vida.
Y sí, uno de los protas es el famoso Duque, pero yo no fuí a verla sólo por él, ¡Que conste!
Leer critica de 3:19 en Muchocine.net
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