En lo referente a la pasada gala de los Goya, remarcaré mis únicos dos aciertos: el de mejor actor y el de mejor actriz. No para seguir demostrando que en las quinielas soy un auténtico desastres y no doy ni una, que eso también es verdad. Sino que esos dos únicos aciertos, han sido los más especiales y los que más deseaba acertar de todo corazón.
El de Maribel Verdú, por dos razones: justicia y honestidad. Justicia porque esta gran actriz a la que debían haber premiado por anteriores papeles grandiosos en la historia del cine español que lograron que se fuera paliando poco a poco, ese calificativo de españoladas a las películas españolas y honestidad porque, seré muy ingenua, pero su sorpresa y las palabras tan bonitas que dedicó en su discurso, me parecieron de lo más sinceras y que incluso, se merecía otro Goya más, por esa actitud. Enhorabuena Maribel.
El otro acierto es el de Alberto San Juan, un actorazo al que tuve la oportunidad de conocer, pero que mi vergüenza y sus legañas de no haber dormido en todo el día, me impidieron acercarme a demostrarle lo mucho que me emociona con sus interpretaciones, sobretodo en esa obra maestra llamada Horas de luz y en la no menos grandiosa, Bajo las estrellas, con la que le han otorgado su Goya. Curiosamente, su discursó también me emocionó por emotivo y por polémico, al mencionar su deseo de que desaparezca la Conferencia Episcopal. Celebro esa actitud y corroboro ese deseo.
También como momento estelar de la gala, me pareció el nombramiento de las trece rosas por el ganador del Goya a la mejor fotografía, Jose Luis Alcaine, uno de los mejores homenajes que se pudieron llevar esas trece mujeres, su constante recuerdo en nuestra memoria.
Y enhorabuena al señor José Corbacho, por devolverme la sonrisa y las ganas de seguir visionando una gala que me apasiona desde pequeñita y que si sigue, dirigiendo él, si que no tengo ninguna duda que me mantendré al otro lado de la pantalla, para no perderme nada, ni las pausas.
Y ya cambiando de tema, sin salir del cine, este fin de semana, a pesar de la negativa de mucha gente para que lo hiciera, he visto Monstruoso
Esta es la típica película que genera mucha confusión a los espectadores, ya que entran en la sala con la idea de que se trata de una película de miedo. Y no es así.
El maestro Abrams ha querido tocar el tema de nuestros miedos e inseguridades, pero no tiene las pautas que conforman una película de terror. Sino que nos presenta una situación cotidiana que, de repente, se convierte en un caos, y no sabemos como reaccionar. Durante la historia, logra mantener una tensión constante de lo que está pasando y una angustia de como los protagonistas van a salir de esa situación.
Ya, desde el principio, sorprende la campaña de marketing de la película, porque nadie realmente sabía que era lo que iba a salir que asustaría tanto, y en un primer momento consiguen que te olvides de esa monstruosidad y te metas en la historia central que te van contando, una especie de macguffin, para luego sorprenderte con la verdadera historia, en cuanto menos te lo esperas.
Luego, es interesante que utilizara la cámara en mano en plan documental, para dar mayor sensación de realismo a esa histeria colectiva, pero llegaba algún momento, y me entenderán más que nadie, los que lleven gafas, que esa cámara en mano, duele a los ojos y muchas veces, no podía ni mirar o tenía que pestañear mucho rato, para seguir con la película.
En general, es una buena película para ver algo original en lo que se refiere a un planteamiento de película con efectos especiales y una historia angustiosa, sin destacar las interpretaciones porque lo que importa es el resultado final de todo este conglomerado, que sin lugar a dudas, para los que no pegan botes con los sustos, lo pasaran bien, pero para las sufridoras como yo, buscaros una buena pareja a la que agarraros o meteros muchas palomitas en la boca, para no chillar mucho.
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