Tenía en mente hablaros sobre el gran acontecimiento bochornoso que tuvimos la ocasión de contemplar este pasado sábado, al comprobar a qué níveles puede llegar un programa de televisión para conseguir audiencia. No se le puede llamar ya morbo, porque llega aún más allá de esa palabra, fue un espectáculo indignante, ver hablar y vociferar a la mujer a la que el héroe Jesús Neira libró de una brutal paliza de su pareja y como consecuencia, este pobre hombre está ahora mismo entre la vida y la muerte en un hospital.
Pero es que encima me viene a colación, con otro resultado indignante que también se ha producido en el día de hoy con esa sentencia del Consejo General del Poder Judicial en la que condenan a una mísera multa de 1.500 euros al juez que dejó en libertad al presunto asesino de la pequeña Mari Luz.
Me preguntaba en el día de hoy que, ¿en qué mundo vivimos?, pero es que ya una se pone a pensar y llega a la conclusión de que la humanidad no tiene límites en cuanto a jodernos la vida unos a otros y que nuestras neuronas no nos dan para pensar en las consecuencias de nuestros actos.
Es que es indignante porque no encuentro otra palabra ahora mismo, que se le haya pagado, en estos tiempos de crisis que tanto se nos llena la boca de decirlo, la friolera cantidad de 72.000 euros a una inconsciente, porque no se le puede llamar ser humano, para que encima defienda al animal que intentó pegarle una paliza en lugar de darle un gracias eterno al hombre que decidió jugarse la vida por ella. ¿Para qué?
¿Pero qué es peor? Que esa insconciente haya soltado esa clase de burradas o que una cadena de televisión haya buscado entre los restos de la mierda del morbo para sacar en exclusiva, si bien grande que se vea que somos los mejores, a esta petarda para que suelte esas cosas. Los señores de las cadenas de televisión creo que ya no encuentran los límites del buen gusto y la decencia de los seres humanos y lo que es más importante, no se ponen en la piel de a quien perjudican con ese tipo de actos, que le darán muchísima pasta y se enriqueceran los bolsillos, pero a costa ¿de que?. Eso no importa ¿verdad?
Y encima, hay periodistas que estuvieron delante de esa inconsciente a quienes el moderador matizó que se les obligó a que estuvieran en esa entrevista. Pues mira, no me lo trago. Yo, por mucho que necesite el dinero y esté contratada para participar semanalmente en ese programa, hay cosas que por ética y dignidad, no hago y si quieren estoy doblemente en otro debate o cubro esa participación en otra cosa. Pero creo que esas periodistas debieron poner las cartas sobre la mesa y no ser partícipes de ese espectáculo denigrante.
Después lo otro, la vieja historia del corporativismo judicial que vuelve a aparecer en nuestras pantallas. Cuanto le cuesta reconocer a los empresarios, políticos o jueces que la han cagado. Literalmente así o de la forma fina que prefieran ellos. No pueden soportar que la gente les vea pedir perdón, siempre se tienen que escudar en excusas absurdas y mientras tanto, más de lo mismo, no se ponen en la piel de esa familia que ha perdido a su hija por culpa de la incompetencia de uno de ellos.
Si te equivocas, tienes que pagar por lo que has hecho, más si tiene un cargo tan importante como es el de ser juez. Pero pagar de verdad. No una limosna para que se vaya contento a casa. ¿Y la familia qué? ¿Cómo van a confiar ahora en una justicia que no les ampara y que sólo busca sus propios intereses?
Tanto en un caso como en el otro, lo que me queda claro es que lo peor aún está por venir, porque sorprendentemente todavía hay cosas que pueden llegar a sorprenderme aún más. La dignidad se está perdiendo y últimamente hay que buscar pequeñas pinceladas alegres de cada una de nuestras vidas, porque como nos guiemos por las cosas que son noticia en el mundo, dentro de poco no nos quedará nada bueno que contar.
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